
En muchos entornos industriales, aún es común escuchar frases como: “Esta bomba trae un motor de 10 HP, por lo tanto me sirve”, o “El proceso requiere una bomba de 15 caballos, cualquiera de ese tamaño debería funcionar”. Este razonamiento parte de un enfoque invertido: asumir que la potencia del motor es el criterio determinante para la selección de una bomba centrífuga. Sin embargo, esto es técnicamente incorrecto y puede generar una cadena de problemas en la operación del sistema. La realidad es que el motor es un componente complementario en el sistema de bombeo, cuya función es proporcionar la energía mecánica necesaria para mover el fluido. Pero su potencia no define por sí sola el comportamiento hidráulico de la bomba. La potencia del motor debe calcularse una vez que se conocen con precisión los requerimientos del sistema, que incluyen:
- Caudal requerido (Q)
- Altura manométrica total (HMT)
- Características del fluido (viscosidad, densidad, temperatura)
- Pérdidas por fricción en tuberías, accesorios y válvulas
- Configuración del sistema (vertical, horizontal, abierto, cerrado)
Ignorar estos factores y seleccionar la bomba basándose únicamente en la potencia del motor conlleva a varios problemas graves:
- Sobredimensionamiento del motor, que implica un mayor costo inicial y desperdicio de energía.
- Sobrepresión en líneas, riesgo de cavitación o fallos prematuros por desalineación entre la bomba y la curva del sistema.
- Consumo energético elevado y sostenido, con impacto directo en los costos operativos.
- Bajo rendimiento hidráulico, al operar lejos del punto de máxima eficiencia (BEP).
Esta lógica errónea también se ve reforzada por una interpretación simplista o incorrecta de las Leyes de Afinidad, que relacionan el desempeño de la bomba con su velocidad de giro y el diámetro del impulsor. En el siguiente apartado exploramos este tema.
2. Las leyes de afinidad y su malinterpretación
Las Leyes de Afinidad son herramientas fundamentales para comprender cómo se comporta una bomba centrífuga al modificar ciertas variables de diseño. En condiciones ideales y dentro de un rango controlado, estas leyes indican lo siguiente:
- El caudal (Q) es directamente proporcional a la velocidad de rotación (N):
Q₁ / Q₂ = N₁ / N₂ - La altura (H) es proporcional al cuadrado de la velocidad:
H₁ / H₂ = (N₁ / N₂)² - La potencia (P) requerida es proporcional al cubo de la velocidad:
P₁ / P₂ = (N₁ / N₂)³
Estas relaciones también aplican cuando se modifica el diámetro del impulsor. Por ejemplo, aumentar el diámetro o la velocidad incrementará el caudal, la presión y la potencia necesaria.
El error común surge cuando estas leyes se extrapolan de forma incorrecta:
“Si esta bomba funciona con un motor de 5 HP y necesito el doble de presión, solo pongo un motor de 10 HP”.
Este tipo de razonamiento no solo es incorrecto, sino peligroso. Las leyes de afinidad solo son válidas para una misma bomba, bajo condiciones específicas. No se pueden usar para comparar entre bombas de diferentes geometrías, ni para seleccionar un motor antes de conocer el punto de operación.
De hecho, aumentar la potencia del motor no garantiza un mejor desempeño hidráulico si la bomba no puede convertir esa potencia en presión o caudal útil debido a su diseño interno. La bomba no es un resistor pasivo como una lámpara: tiene un comportamiento dinámico que depende del sistema en el que opera.
3. ¿Cómo se selecciona correctamente una bomba centrífuga?
La selección correcta de una bomba centrífuga siempre debe comenzar con el análisis hidráulico del sistema. Esto implica conocer y calcular:
- Caudal requerido (Q): volumen de fluido que debe moverse por unidad de tiempo.
- Altura manométrica total (HMT): suma de la altura geométrica, pérdidas por fricción y presión de entrada/salida.
- Características del fluido: densidad, viscosidad, temperatura y si hay sólidos en suspensión.
- Condiciones de succión: nivel de succión (positiva o negativa), posibilidad de cavitación.
- Tipo de sistema: abierto, cerrado, presurizado, de recirculación, etc.
Con esta información, se calcula la potencia hidráulica efectiva requerida para operar el sistema:
Fórmula:
HP hidráulico = (Q × H × ρ) / (75 × η)
Donde:
- Q: caudal en L/s
- H: altura manométrica en metros
- ρ: densidad del fluido (kg/m³)
- η: eficiencia total del sistema (decimal)
- 75: constante de conversión para unidades métricas a HP
Una vez calculada la potencia hidráulica, se selecciona la curva de bomba más adecuada, buscando que el punto de operación esté lo más cerca posible del punto de máxima eficiencia (BEP) de la bomba. Solo entonces se elige un motor que pueda cubrir esa potencia con un margen de seguridad (generalmente del 10% al 15%).
Además, se debe entender que una misma potencia de motor puede adaptarse a múltiples tipos de bombas:
- Una bomba de alto flujo y baja cabeza (por ejemplo, 30 LPS a 10 m)
- Una bomba de bajo flujo y alta cabeza (por ejemplo, 10 LPS a 30 m)
Ambas podrían operar con el mismo motor de 10 HP, pero tienen propósitos muy distintos y puntos de operación completamente diferentes.
4. Visualización: Curvas de bomba vs curva del sistema
En la siguiente gráfica se muestra una curva de sistema hipotética (línea negra), y dos bombas diferentes (curvas azul y verde), ambas utilizando motores con el mismo caballaje. Sin embargo, se observa que:
- La Bomba A (azul) está diseñada para mayor caudal con menor presión.
- La Bomba B (verde) alcanza mayor altura, pero a menor caudal.
Ambas intersecan la curva del sistema en puntos distintos, confirmando que el rendimiento hidráulico depende del diseño de la bomba y no del motor.

5. Conclusión
La práctica de seleccionar una bomba basada únicamente en la potencia del motor debe abandonarse. Las bombas centrífugas responden a un equilibrio entre las características del sistema y su propia geometría hidráulica. El motor es simplemente el proveedor de energía mecánica, no el que define el comportamiento del caudal ni la presión.
Seleccionar correctamente una bomba implica conocer el sistema, calcular la potencia hidráulica, y luego elegir el equipo que opere cerca de su máxima eficiencia. Solo así se garantiza un sistema fiable, energéticamente eficiente y con bajo costo de mantenimiento.